Nuevo libro sobre sacerdotes que fueron fundamentales para el avance de la ciencia

el . Publicado en Noticias de 2019

Sacerdotes y científicosQuizá es un tópico decir que la Iglesia ha sido un obstáculo para el avance de la ciencia. Quienes defienden esta tesis, argumentan que ha sido necesario salir de la tutela de la Iglesia, para conocer el gran desarrollo de la investigación en los últimos siglos. Y proponen el nombre de Galileo como prueba de su postura. Pero son pocas las personas que saben que la Iglesia ha representado un papel clave en la revolución que ha experimentado la ciencia a lo largo de los últimos siglos.

Prácticamente desde los orígenes de la Iglesia los pensadores cristianos se propusieron armonizar fe y razón. Desde San Justino (s. II) se usan los métodos y hallazgos de la filosofía griega. No es casualidad que la Iglesia haya dado algunos de los mejores filósofos, y eso no solo en alguna época con una coyuntura favorable, sino que es un fenómeno que se da en todos los siglos. Esto es algo que es reconocido por los mejores historiadores de la filosofía. Pero el papel de la Iglesia en el campo de la ciencia experimental es poco conocido.

Este vacío se ha empezado a cubrir. Ignacio Villar, Doctor en Ingeniería de Telecomunicación y profesor en el Departamento de Ingeniería Eléctrica y Electrónica de la Universidad Pública de Navarra (España), decidió escribir un libro que resalte el papel de la Iglesia. Para este fin decidió elegir como tema la historia de varios sacerdotes que han sido grandes científicos. El resultado es el libro Sacerdotes y científicos. De Nicolás Copérnico a Georges Lamaître. En él se ofrece la biografía de cinco sacerdotes sobresalientes en la ciencia de los siglos XVI al XX: Nicolás Copérnico, Nicolás Steno, Lazzaro Spallanzani, Gregor Mendel y Georges Lemaître.

Aun así, como dice el autor, «confeccionar esta lista no fue una tarea fácil. Me vi obligado a dejar en el banquillo a insignes figuras. Por un lado, se encuentran los clérigos pertenecientes a la orden de los jesuitas: Ruđer Bošković, que con su teoría atómica inspiró a numerosos físicos que posteriormente trataron de comprender la organización de la materia; Christopher Clavius, el astrónomo alemán que hizo posible que bajo el papado de Gregorio XIII se reformara el calendario juliano para convertirlo en el que aún se usa hoy; Francesco Maria Grimaldi, descubridor de la difracción de la luz y, junto con su compañero jesuita Giovanni Battista Riccioli, el primero en medir la aceleración de los cuerpos en caída libre; Atanasio Kircher, considerado como uno de los precursores de la egiptología y al mismo tiempo de la microbiología, al hallar la presencia de animalículos en la sangre de los infectados por peste y concluir que la enfermedad estaba causada por microorganismos; o Teilhard de Chardin, paleontólogo que participó en el descubrimiento del hombre de Pekín», tarea que seguramente merecería más ensayos como el presente.

El libro es interesante para la divulgación en materia de relaciones entre fe y razón.

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