Ante la disminución de seminaristas que desde hace décadas experimenta la Iglesia en Estados Unidos, Juan Pablo II propuso el 26 de noviembre de 2004, la creación de «una jornada nacional de oración por las vocaciones sacerdotales». El Papa lanzó su propuesta al recibir a los obispos de las provincias eclesiásticas de Dubuque, Kansas City, Omaha y Saint Louis, que han venido a Roma para cumplir con su quinquenal visita «ad limina apostolorum».
«Nadie puede negar que la disminución de vocaciones sacerdotales representa un reto de primer orden para la Iglesia en Estados Unidos, y no se puede ignorar ni aplazar», comenzó constatando el Papa.
En 1985, en Estados Unidos había 34.886 sacerdotes diocesanos; en 2001 su número descendió a 31.197. En ese mismo período, según el Anuario Estadístico de la Iglesia, el número de sacerdotes religiosos pasó de 21.771 a 17.135. «La respuesta a este reto está en la oración constante, de acuerdo con el mandato del Señor, acompañado por un programa de promoción vocacional que toque cada uno de los aspectos de la vida eclesial», dijo el Santo Padre en el discurso que les dirigió.
«Dado que todo el Pueblo de Dios es responsable de la promoción de las vocaciones, y lo hace sobre todo con una persistente y humilde oración por las vocaciones, quisiera proponer a vuestra consideración que la comunidad católica en vuestro país establezca una jornada nacional de oración por las vocaciones sacerdotales», sugirió. El Papa pidió también a los obispos que presten «particular atención a la formación en el seminario, que necesita inculcar en los estudiantes que se preparan para el sacerdocio no sólo una visión teológica equilibrada, así como un compromiso a la santidad y a la sabiduría espiritual, la formación para una guía prudente y una entrega total al rebaño» que les será encomendado.
Juan Pablo II pidió que no se ahorren esfuerzos para asegurar «una profunda educación continua para el clero» y recordó que forma parte de la actividad de gobierno de un obispo el enviar «jóvenes sacerdotes a realizar estudios avanzados en las ciencias eclesiásticas, en particular en teología y derecho canónico». «Esta formación, independientemente de los sacrificios que implica, debería ser una fuente de enriquecimiento duradero para la vida de la Iglesia local», concluyó.
Por su parte, William Skylstad, obispo de Spokane (Estado de Washington), recién elegido presidente de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos, en una rueda de prensa el miércoles 17 de noviembre de 2004, ha afirmado que, entre sus prioridades, están ayudar a las víctimas de abusos sexuales y prevenir que otros jóvenes sufran este tipo de explotación.
Monseñor Skylstad dijo: «Entre nuestras prioridades, los obispos seguiremos construyendo en la línea de lo que iniciamos hace más de una década, especialmente la Carta y las Normas, adoptadas en 2002». «La experiencia de las víctimas, de mi propia diócesis y de cada diócesis, ha dejado claros los efectos a largo plazo de estos abusos, incluso si tuvieron lugar hace dos o tres décadas». En la rueda de prensa, el obispo Skylstad dijo: «reflexionando sobre la larga historia de la Conferencia Episcopal, antes y después del Concilio Vaticano II, los obispos nos hemos preguntado qué podemos hacer para que la voz de la Iglesia resulte más eficaz, pidiendo políticas que promuevan el bien común».
El obispo Skylstad fue elegido el 16 de noviembre para un mandato de tres años. Sucede a monseñor Wilton Gregory de Belleville, Illinois. En la elección, monseñor Skylstad recibió 120 votos. El número dos en votos fue el cardenal Francis George de Chicago, que a continuación fue elegido vicepresidente del Episcopado.