Magdi Cristiano Allam, el periodista musulmán que saltó a la fama mundial después de haber sido bautizado por el Papa durante la última vigilia pascual, llega con tres autos negros blindados y con los vidrios polarizados.
La cita para la entrevista con La Nación es en la Sede de la Prensa Extranjera, en el corazón de Roma. Tres guardaespaldas lo acompañan hasta una habitación del primer piso mirando hacia todos lados, atentos a cada movimiento. No lo dejan solo ni un minuto, incluso durante la entrevista.
No es extraño. Magdi Allam, nacido en Egipto hace 55 años, escritor, columnista y subdirector del diario Corriere della Sera, vive custodiado desde hace cinco años, tras haber recibido varias amenazas de muerte por sus críticas al extremismo islámico y por su acérrima defensa de Israel.
Tras haber sido bautizado por el mismo Papa en una ceremonia solemne en la basílica de San Pedro televisada a todo el mundo, hace una semana, su vida corre aún más peligro.
Fue definido "un apóstata que debe irse al infierno", un "enemigo del islam".
Allam, un hombre menudo, de anteojos, mirada dulce, piel color aceituna, en la entrevista explicó que decidió convertirse porque llegó a la conclusión de que "el islam es una religión negativa que legitimiza la violencia y el terrorismo".
"Considero que lo que hice, y no hubo ninguna planificación, fue justo, fue un bien, y creo que el Papa fue extremadamente sabio en haber hecho prevalecer las razones de la fe sobre las consideraciones diplomáticas y políticas, porque éste es su deber, y que también fue valiente", sostuvo.
-¿Por qué se convirtió al catolicismo?
-Fue un camino gradual y lento. Desde niño conocí el mundo católico porque fui a escuelas italianas católicas en El Cairo -primero en un jardín de monjas, después en un colegio de sacerdotes salesianos, donde era pupilo-, y esto me permitió conocer desde el interior y en modo correcto la realidad de la religión católica. Pero hubo otros dos factores que incidieron en mi conversión: el primero fue el hecho de haber sido amenazado a partir de 2003. Esto me obligó a reflexionar no sólo sobre la realidad del extremismo y del terrorismo islámico, sino también sobre el islam como religión, a partir del momento en que estos extremistas y terroristas islámicos hacen lo que hacen en nombre del islam. Me vi obligado a analizar el Corán y la obra y el pensamiento de Mahoma y descubrí que hay profundas ambigüedades que permiten legitimizar la violencia y el terrorismo.
-¿El segundo factor?
-El segundo factor fue haber conocido a varios católicos con los que me encontré en perfecta sintonía, ya que compartíamos los valores. Por supuesto la persona que más influyó en la conversión fue este papa, Benedicto XVI, a quien nunca había visto personalmente antes del bautismo, en la vigilia de Pascua.
-¿Esa fue la primera vez que estuvo con él?
-Sí, la primera y única vez.
-Según lo que escribió en el Corriere della Sera, para usted fue determinante el famoso discurso del Papa en la Universidad de Ratisbona, Alemania...
-Como periodista, yo seguí toda la actividad de Benedicto XVI y quedé totalmente fascinado por su pensamiento. Compartí plenamente su concepción de indisolubilidad entre fe y razón. Siempre me fascinó este papa porque no sólo es un gran hombre de fe, sino también un gran hombre de razón. Creo que muchos temen al Papa no por su fe, sino por su razón, por su capacidad de desafiarlos en el terreno de la razón.
-Ya viviendo amenazado de muerte y con escolta policial desde 2003 y sabiendo que iba a crear gran impacto mediático, ¿por qué pidió ser bautizado por el Papa?
-Yo no pedí ser bautizado por el Papa. Yo hace un año hablé confidencialmente con monseñor Rino Fisichella, rector de la Universidad Lateranense, y con él comencé un camino espiritual de iniciación a los sacramentos del cristianismo. En el curso de este camino surgió la posibilidad de que el bautismo fuera realizado por el Papa. Dicho esto, estoy realmente azorado y dolido, porque hay católicos que reaccionaron diciendo "¿por qué no se hizo bautizar en una pequeña parroquia por un sacerdote cualquiera?". Lo que leo entre líneas es una crítica al bautismo de Magdi Allam por cómo fue hecho, como si fuera una vergüenza, porque habría podido hacerse de modo discreto y reservado. Y la actitud del Papa es considerada una provocación. Lo que yo digo es que estoy muy orgulloso de haberme convertido, de que esto se haya hecho público y de que yo pueda afirmarlo de viva voz. Y considero que haber recibido el bautismo del Papa es el don más grande que la vida pudo darme y que fue un testimonio muy útil para muchos musulmanes que conozco que se convirtieron aquí en Italia, pero que viven su nueva fe en el secreto porque tienen miedo. Considero que lo que hice, y no hubo ninguna planificación, fue justo, fue un bien, y creo que el Papa fue extremadamente sabio en haber hecho prevalecer las razones de la fe sobre las consideraciones diplomáticas y políticas, porque éste es su deber, y que también fue valiente.
-En una declaración, sin embargo, el Vaticano pareció distanciarse...
-En esa declaración no hay ninguna toma de distancia, sino que dice que Magdi Allam es libre de expresar sus propias valoraciones, pero sus opiniones no representan las opiniones del Papa, y esto es totalmente cierto, faltaría más. Pero nunca dijo que "nosotros condenamos lo que Magdi Allam dice". La verdad es que lo que hay ahora es una operación para desacreditarme a mí y para atacar al Papa.
-¿Por qué usted cree que no existe un islam moderado?
-Hay que distinguir al islam como religión y a los musulmanes como personas. Si yo decidí convertirme, es totalmente obvio que lo hice porque maduré una valoración negativa del islam. Si yo pensara que el islam es una religión verdadera y buena, no me habría convertido, habría seguido siendo un musulmán. Pero nosotros vivimos en una Europa que está enferma de relativismo y que está sometida a lo políticamente correcto. Entonces hay que decir que todas las religiones son iguales, prescindiendo de sus contenidos, y no hay que decir nada que pueda hurtar la susceptibilidad de los demás. Pero yo rechazo esto porque creo que el ejercicio de la libertad de expresión no puede ser limitado. Y digo lo que pienso.
Fuente: La Nación, Buenos Aires, 31 de marzo de 2008
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