El Mundial de Max

el . Publicado en Noticias de 2022

El Mundial de MaxMientras escribo estas líneas, se escuchan por las ventanas de mi casa los gritos de júbilo de la gente por la victoria argentina en el Mundial de Qatar y los bocinazos con ritmo de celebración de los automóviles que se dirigen al Obelisco a disfrutar con la multitud. En Buenos Aires el Obelisco es el lugar de reunión en las grandes fiestas populares.

Durante la primera parte del partido contra la selección de Francia, tuve que salir a la calle. Sorprendía que estaba muy vacía, más que en los peores momentos de la pandemia: eran las doce del mediodía en un día primaveral espléndido pero no había nadie. Salvo Max.

¿Quién es Max? En realidad sabemos poco de él. Como primera descripción diremos que es un sin techo muy desastrado. Cuando se lo ve con frecuencia, se observan sus conductas. Tiene la vista perdida en el infinito. Rara vez mira a los transeúntes, camina unos pasos, abre los brazos, quizá se ríe (quién sabe qué chiste se está contando a sí mismo), vuelve a caminar para ir a la posición anterior… Así día tras día, desde hace años. Va vestido con unos harapos. Está tan ausente que dudo que sepa si es invierno o verano porque siempre lleva la misma ropa, destrozada y hecha jirones.

Seguro que Max no sabe que Argentina ha jugado un Mundial y que lo ha ganado. No sé si se ha enterado de los goles que se escuchaban desde la calle, o cómo ha interpretado la alegría callejera que hay ahora mismo. ¿Cuál fue el Mundial de Max? Estar ausente de toda la realidad, como siempre desde hace años.

En mi casa hemos intentado relacionarnos con él, sin haber conseguido prácticamente nada. Yo nunca le he oído decir ni una sola palabra. Le he saludado muchas veces al pasar a su lado, sin que haya obtenido ninguna reacción. Una vez otro sacerdote consiguió que le dijera su nombre: por eso sabemos que se llama Max. También le hemos dado ropa en buen estado, pero no la ha usado. Sabemos que otros vecinos le facilitan alimento.

Me parece claro que Max necesita ayuda médica especializada, por lo que hemos hablado con la policía del barrio para que lo internen. Pero nos responden que no pueden hacer nada, salvo que sea violento. Al ver a Max por primera vez impresiona mucho porque tiene un aspecto temible, pero es totalmente inofensivo. Su área son apenas unas pocas manzanas. Los vecinos sabemos que podemos pasar a su lado sin ningún temor, pero muchas veces he visto a personas que, al verlo, cambian de ruta, especialmente si van con niños. Comprendo que haya una enorme sensibilidad con la libertad de la gente y que se tomen todas las medidas de cautela necesarias para no internar a nadie en un hospital psiquiátrico sin su voluntad, pero que Max no tenga ninguna ayuda especializada, me parece un fracaso de la sociedad.

Pienso que este es un triste ejemplo de los excluidos de la sociedad, los descartados, como dice el Papa. Y es bueno recordar que Jesús quiso ser un descartado: <«el Hijo de Dios nació descartado para decirnos que toda persona descartada es un hijo de Dios» (Francisco, Homilía, 24-XII-2020). No sé cuál es la solución para que Max pueda disfrutar con todos del próximo Mundial, pero al mirar a Max ‑o a cualquiera que esté en una situación similar‑ hemos de reconocer al Señor en él.