Vaticano a 24 de enero de 2007
Memoria de San Francisco de Sales
Mis queridos hermanos sacerdotes:
He sentido la necesidad de enviaros un cordial saludo, también a través de nuestro sitio en Internet.
Desde hace algún tiempo me encuentro en Roma, al haber sido llamado por el amado Papa Benedicto XVI, con el fin de cooperar con El en el servicio de amor hacia los presbíteros, diáconos y catequistas.
En primer lugar, quiero dirigir un afectuoso saludo al Cardenal Darío Castrillón Hoyos –mi inmediato predecesor– ya que, y gracias a su gran visión de futuro, puedo ahora también proclamar mis palabras por medio de los misteriosos caminos del éter. Él ha sido un verdadero amigo de los sacerdotes, os ha llevado en su corazón de pastor, ha rezado por vosotros y… os ha amado.
Queridos amigos: ahora soy yo quien tiene que llevaros en el corazón, rezar por vosotros y amaros.
No quiero esconderos que me siento todavía un poco … «novicio».
Conservo la nostalgia de todo aquello, que he dejado en São Paulo en el Brasil pero, como Abraham, me he fiado de mi Señor y mi Dios y aquí estoy para vosotros como Obispo, con vosotros como Sacerdote.
¡Servir a los Sacerdotes! ¡Qué misión y qué amoris officium!
Somos portadores de una identidad específica, que nos caracteriza constantemente en nuestro ser y en nuestro obrar: hemos sido consagrados e incorporados en el obrar de Cristo. Los gestos y las palabras de Jesús se ritualizan en el tiempo y en la historia, suscitando en quien los hace «los mismos sentimientos de Cristo» y los mismos efectos de salvación.
La Iglesia, confiriendo el sacramento del Orden, constituye ontológicamente al presbítero el ser alter Christus o, como algunos afirman, ipse Christus: Lo constituye ministro de la Palabra, ministro de los actos proféticos y del amor pastoral de Cristo. Así pues, su función no se acaba con la dimensión cultual, sino que se completa en aquella profética del anuncio de la Palabra y en la pastoral como guía de la comunidad.
El Concilio Vaticano II nos ha dejado unas bellísimas expresiones, que sintetizan las funciones del Presbítero, delineando también su identidad: «Los Presbíteros, ya sea que se dediquen a la oración y adoración, ora prediquen la Palabra, ora ofrezcan el sacrificio eucarístico y administren los otros sacramentos, o ejerzan otros ministerios por los hombres, contribuyen al aumento de la gloria de Dios y a promover la vida divina en los mismos hombres». (PO 2).
Seamos orgullosos y felices, queridos hermanos, de esta nuestra identidad sacerdotal. Estemos convencidos de ser sacerdotes. Es verdad: Nuestra misión no es fácil, pero unidos a Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote, y con María, Madre del primer Sacerdote y de todos los Sacerdotes, sabremos ser testigos de la esperanza, que está dentro de nosotros, a favor del gran número de hermanos y hermanas, que todavía hoy tienen necesidad del Camino, de la Verdad y de la Vida.
Bendigo a todos con grande afecto,
Cláudio Card. Hummes
Prefecto de la Congregación para el Clero