El 3 de junio de 2007, el Padre Ragheed Aziz Ganni, sacerdote caldeo católico, fue asesinado a la puerta de su iglesia por un grupo radical musulmán junto con tres subdiáconos cuando salían de celebrar Misa. Más información: Asesinados un sacerdote y tres subdiáconos en Iraq.
Al conocer la noticia, su amigo el profesor Adnan Mokrani, de religión musulmán, que ejerce la docencia en la Universidad Gregoriana de Roma, y es amigo personal del Padre Ganni, ha enviado el siguiente mensaje.
En nombre de Dios, clemente y misericordioso, Ragheed, hermano mío
Te pido perdón, hermano, por no haber estado a tu lado cuando los criminales abrieron fuego contra ti y tus hermanos, pero las balas que han traspasado tu cuerpo puro e inocente, me han traspasado también el corazón y el alma.
Fuiste una de las primeras personas que conocí a mi llegada a Roma, en los pasillos del «Angelicum» donde nos conocimos y donde bebíamos juntos nuestro «capuchino» en la cafetería de la universidad. Tú me habías impresionado por tu inocencia, tu alegría, tu sonrisa tierna y pura que no te abandonaba nunca. Yo no puedo dejar de imaginarte sonriente, feliz, lleno de alegría de vivir. Ragheed para mí es la inocencia hecha persona, una inocencia sabia, que lleva en su corazón las preocupaciones de su pueblo infeliz. Recuerdo el día en el comedor de la universidad, cuando Irak estaba bajo embargo y tú me dijiste que el precio de un solo «capuchino» habría podido colmar las necesidades de una familia iraquí durante todo un día, como si te sintieras de algún modo culpable de estar lejos de tu pueblo asediado y de no compartir sus sufrimientos...
Luego volviste a Irak, no sólo para compartir con la gente su destino de sufrimientos, sino también para unir tu sangre a la de miles de iraquíes que mueren cada día. No podré nunca olvidar el día de tu ordenación en la Universidad Urbaniana... Con lágrimas en los ojos, me dijiste: «Hoy he muerto para mí»… una frase muy dura.
Inmediatamente no la comprendí bien, o quizá no la tomé en serio como habría debido... Pero hoy, a través de tu martirio, he comprendido esta frase… Tú has muerto en tu alma y en tu cuerpo para resucitar en tu bienamado y en tu maestro y para que Cristo resucite en ti, a pesar de los sufrimientos y las tristezas, a pesar del caos y la locura.
¿En nombre de qué dios de la muerte te han matado? ¿En nombre de qué paganismo te han crucificado?… ¿Sabían verdaderamente lo que hacían?
Oh Dios, nosotros no te pedimos venganza o represalia, sino victoria… victoria de lo justo sobre lo falso, de la vida sobre la muerte, de la inocencia sobre la perfidia, de la sangre sobre la espada… Tu sangre no habrá sido derramada en vano, querido Ragheed, porque ha santificado la tierra de tu país… y tu sonrisa tierna seguirá iluminando desde el cielo las tinieblas de nuestras noches y anunciándonos un mañana mejor.
Te pido perdón, hermano, pero cuando los vivos se encuentran, creen que tienen todo el tiempo para conversar, visitarse y decirse los propios sentimientos y los propios pensamientos… Tú me habías invitado a Irak… Yo soñaba siempre con ello... visitar tu casa, a tus padres, tu despacho… No habría nunca pensado que sería tu tumba la que un día visitaría o que habrían sido los versículos de mi Corán los que recitaría para el reposo de tu alma...
Un día, te acompañé a comprar objetos de recuerdo y regalos para tu familia en vísperas de tu primera visita a Irak tras una larga ausencia. Tú me habías hablado de tu trabajo futuro: «Querría reinar sobre la gente sobre la base de la caridad antes que de la justicia», me habías dicho. Entonces me era difícil imaginarte como «juez» canónico… Pero hoy tu sangre y tu martirio han dicho su palabra, veredicto de fidelidad y de paciencia, de esperanza contra todo sufrimiento y de supervivencia, a pesar de la muerte, a pesar de la nada.
Hermano, tu sangre no ha sido derramada en vano... y el altar de tu iglesia no era una mascarada… Tú has asumido tu papel con profunda seriedad, hasta el final, con una sonrisa que nada podrá apagar… nunca.
Tu hermano que te quiere:
Adnan Mokrani
Roma, 4 junio 2007
Profesor de Islam en el Instituto de Estudios de las Religiones y de las Civilizaciones,
Universidad Pontificia Gregoriana, Roma.
Por su parte, Monseñor Botros Fahim, obispo auxiliar de El Cairo para los Coptos católicos, en respuesta a la carta enviada por Adnan Mokrani, ha publicado el siguiente mensaje.
Querido hermano mío, Adnan,
que la paz esté contigo:
Gracias por tu humanidad, por tu fe, por tu fidelidad y tu delicadeza. Tu carta al hermano Ragheed, asesinado en Irak, es un mensaje de paz que resuena en el mundo absurdo de la guerra loca e insensata.
Gracias por tu sensibilidad ante todos y ante todo. Te he conocido, amigo, hermano y hombre creyente musulmán, excepcional por tu humanidad y por tu fe.
Gracias por tu solidaridad. Espero poder encontrar siempre personas como tú, que pueden dar gusto y valor a la vida, sin tener en cuenta la religión que uno abraza, y espero que con estas personas sea posible hacer algo por nuestro mundo árabe y por nuestros hermanos que sufren por tantos motivos, entre otros, los religiosos.
Esperando poder encontrarte pronto, te doy las gracias y te abrazo con afecto fraterno en el único Dios que inspira a todos el amor por la vida y por la paz.
Padre Kamal Fahim
Ahora monseñor Botros Fahim
Obispo auxiliar de El Cairo para los Coptos católicos