Vida Sacerdotal - La vida espiritual de los sacerdotes

Experiencia de Dios y caridad pastoral

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Lo que se está planteando con esta cuestión es si ciertamente la experiencia de Dios forma parte intrínseca de la vida y ministerio de los presbíteros. En el caso de que esto sea así, entonces habrá que ver también si posee algunos registros propios que la definan como específica y exclusiva del ministro ordenado, y más en concreto, del presbítero diocesano secular. Como se puede observar, se trata de una cuestión esencial.

Para intentar dar respuesta al asunto que se ha planteado, en un primer momento conviene situar la experiencia presbiteral de Dios dentro del contexto de la experiencia cristiana de Dios. No se debe olvidar que “el presbítero ha sido llamado, como también los demás bautizados, a conformarse con Cristo” (1). Esto implica que toda experiencia cristiana de Dios, incluida la del presbítero, tenga un mismo fundamento: el bautismo, mediante el cual se incorpora al creyente al misterio de la muerte y resurrección de Cristo y a la Iglesia, a la vez que recibe la llamada a la santidad y el envío para ser testigo del Señor con la ayuda del Espíritu Santo (2).

Experiencia de Dios, bautismo y ministerio sacerdotal

Campanario en una iglesia. Valladolid (España)La novedad más absoluta del bautismo en la Iglesia radica especialmente en su relación a Cristo, ya que a él queda orientada la totalidad de la vida del bautizado (3). En efecto, aunque parezca una tautología, lo específico de la experiencia cristiana de Dios es la relación intrínseca del bautizado con Cristo vivida necesariamente en la fe (4). En este sentido, “bautizarse es asumir el ser y el existir de Cristo como referencia propia de origen, forma de hacer y actitud ante el futuro” (5). Todos los demás aspectos de la experiencia cristiana de Dios (relación con el Padre en el Espíritu del Hijo, inserción en la comunidad eclesial, testimonio y anuncio del Evangelio, etc.) vendrán exigidos por esta dimensión “crística” del bautismo.

Por consiguiente, si la fe de todos los bautizados implica una experiencia de Dios vivida desde la centralidad de Cristo, entonces también esa experiencia debe formar parte intrínsecamente de la vida y ministerio del presbítero. Pero para comprender mejor en qué medida esto es así, antes hay que analizar si el sacramento del Orden añade “algo” respecto al bautismo o si, por el contrario, no aporta ningún rasgo configurador que permita establecer una distinción entre el ministro ordenado y el resto de bautizados. Esta cuestión es crucial, puesto que si verdaderamente existe una serie de rasgos transmitidos por el Orden Sacerdotal que modulan y matizan lo adquirido por el bautismo, entonces necesariamente esto tiene que influir en la experiencia de Dios que el presbítero viva, de manera que esta experiencia y la de otro bautizado no ordenado sean distintas, a pesar de que tengan un mismo fundamento bautismal.

A este respecto el Concilio Vaticano II es claro: “El sacerdocio de los presbíteros supone, desde luego, los sacramentos de la iniciación cristiana; sin embargo, se confiere por aquel especial sacramento con el que los presbíteros, por la unción del Espíritu Santo, quedan sellados con un carácter particular, y así se configuran con Cristo sacerdote, de suerte que puedan obrar como en persona de Cristo cabeza” (6). Por tanto, el carácter sacerdotal puede ser interpretado como “relacionalidad existencial (con Cristo y con la Iglesia), nueva respecto a la propia del bautismo, con consistencia objetiva en cuanto nuevo modo de ser en la Iglesia, irrevocable y permanente” (7).

No obstante, tras el Concilio se inicia un debate dentro de la misma Iglesia acerca del significado y sentido del sacerdocio ministerial que afectará también a la comprensión del carácter sacerdotal. Surgen así varias interpretaciones teológicas que conciben el ministerio ordenado principalmente desde sus funciones, de manera que restan importancia o incluso niegan que en él exista una realidad objetiva y ontológica que permanezca de manera irrevocable. Todas estas reflexiones teológicas prestan un valioso servicio a la profundización en la doctrina del carácter sacerdotal. Sin embargo, cabe señalar que “negar su realidad o diluirla mediante procesos hermenéuticos no resulta compatible con la normatividad vinculante de la tradición teológico-dogmática vigente hasta nuestros días” (8).

Rasgos de la experiencia de Dios en el sacerdocio

Así pues, si el sacramento del Orden confiere una nueva identidad al sujeto ordenado distinta a la del resto de bautizados, y si la experiencia de Dios abarca a la totalidad de lo que el ser humano es, entonces esa experiencia se verá irremediablemente afectada y definida, en el caso del presbítero, por su carácter sacerdotal. Ahora bien, ¿cuáles son los rasgos propios y definitorios de la experiencia de Dios en el presbítero diocesano secular que la distinguen del resto de experiencias cristianas de Dios?

Ya se ha dicho más arriba que la experiencia es un haber vivido por medio de una relación vital con “lo otro”. En el caso de la experiencia cristiana de Dios eso “otro” deja de ser impersonal y se convierte en “el Totalmente Otro”, en el Dios y Padre de Jesucristo. Pues bien, esta definición hace referencia implícitamente a la temporalidad, a la historia personal de quien va acumulando ese haber vivido su relación con Dios. Por tanto, en la experiencia de Dios que el presbítero tiene, necesariamente hay que incluir el aspecto vocacional, el haberse vivido como llamado al ministerio ordenado, lo cual no sólo hace referencia a un pasado más o menos lejano, sino que también abarca al presente y orienta hacia el futuro. De esta manera, la experiencia de Dios en el presbítero se convierte en una constante experiencia de envío.

Pero este dato, además, exige entender la experiencia presbiteral de Dios en términos de relacionalidad. Así, el presbítero vive su relación con Dios como una experiencia fundante que orienta toda su existencia hacia la configuración con Cristo Cabeza y Pastor. Esa progresiva unión con Jesucristo el presbítero la va experimentando en su vida desde dos perspectivas: por un lado se sabe ya configurado sacramentalmente con Cristo en tanto que ha sido ordenado, lo cual le otorga una nueva identidad dentro de la Iglesia; pero a la vez experimenta la necesidad de que esa configuración sacramental sea también existencial, de manera que su vida refleje realmente la de Cristo. La experiencia de Dios del presbítero se presenta, de esta manera, como una llamada a ser existencialmente lo que ya es por el sacramento del Orden: transparencia de Cristo. Y es precisamente este aspecto lo que carga de significado al hecho de que el presbítero adopte un estilo de vida marcado por los consejos evangélicos. Por tanto, la experiencia de Dios del sacerdote es experiencia de Cristo Pastor.

Esta relación con Cristo propia y específica del presbítero, como ya dijimos, ha de definir su relación con la Iglesia. Esto es así, en primer lugar, porque la experiencia de Dios que el sacerdote tiene hay que situarla dentro del ámbito de la comunidad eclesial, en el cual ha ido viviendo y madurando progresivamente esa experiencia junto con otros creyentes. Pero no sólo eso, sino que además el presbítero, por medio de la ordenación, ha sido puesto por la misma Iglesia a la cabeza de una comunidad concreta, a la que sirve in nomine Ecclesiae. Por tanto, el sacerdote sólo podrá tener experiencia de Dios en y desde el ejercicio de su ministerio. Esto implica que el ámbito de encuentro entre Dios y el presbítero sea necesariamente la realidad pastoral, donde se produce un doble movimiento: por un lado Dios va a salir al encuentro del ministro ordenado en las diferentes situaciones de esa realidad, lo cual invita al presbítero a vivir en una constante actitud contemplativa; pero por otro lado, el sacerdote se sitúa ante Dios como cabeza de la comunidad a la que ha sido enviado, de manera que en su nombre se dirige a Él. En este sentido se puede afirmar que la experiencia de Dios en el presbítero es experiencia de la Iglesia.

Si esto es tan cierto como parece y es verdad también que “los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo” (9), entonces la experiencia de Dios en el presbítero diocesano secular tiene que estar también marcada necesariamente por su integración en el mundo. Puesto que el presbítero actúa in persona Christi a la vez que in nomine Ecclesiae su “estar” en el mundo debe ser distinto al de otro bautizado no ordenado. Así, el sacerdote se sitúa ante el mundo como alguien que, formando parte de él, se pone a su servicio remitiendo a Cristo y representando a la Iglesia. De esta manera se posibilita que la experiencia de Dios del presbítero esté encarnada en la realidad del mundo en la que vive y que su persona se convierta en un signo más de otra realidad que trasciende lo mundano. Desde este sentido, la experiencia de Dios en el presbítero es una experiencia desde el mundo.

En resumen, la experiencia de Dios en el presbítero diocesano secular está intrínsecamente relacionada con la caridad pastoral, de manera que ambas se condicionan mutuamente. Así, por un lado la caridad pastoral crea una experiencia de Dios propia y específica del presbítero, pero ésta, a su vez, es una exigencia fundamental de la caridad pastoral, sin la cual no podría existir.

Notas

(1) Sínodo de los Obispos de 1971, Documentos, Sígueme, Salamanca 1972, p. 36.

(2) Cf. F. Muñoz Muñoz, “Espiritualidad del sacerdote diocesano secular (II)”, en: Seminarios 176 (2005) 175-216, pp. 179-180.

(3) Cf. D. Borobio, Celebrar para vivir. Liturgia y Sacramentos de la Iglesia, Sígueme, Salamanca 2003, pp. 200-201.

(4) Cf. Ch. A. Bernard, Introducción a la teología espiritual, Verbo Divino, Estella 1997, pp. 34-35.

(5) O. González de Cardedal, La entraña del cristianismo, Secretariado Trinitario, Salamanca 1997, p. 855.

(6) Presbiterorum Ordinis 2.

(7) S. del Cura Elena, “La sacramentalidad del sacerdote y su espiritualidad”, en: Comisión Episcopal del Clero, Espiritualidad sacerdotal, EDICE, Madrid 1989, p. 102.

(8) S. del Cura Elena, “Carácter sacerdotal”, en: Profesores de la Facultad de Teología de Burgos, Diccionario…, o. c., p. 79.

(9) Gaudium et Spes 1

Artículo relacionado: La caridad pastoral como principio específico de la espiritualidad sacerdotal.

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