Los líderes católicos centran su atención en lo positivo para combatir el descenso de sacerdotes y monjas
Levantando su pulida uña negra y tocando el violín con su camisa y cabellera rubia que le llega hasta los hombros, Chelsea Sledgeski, de 16 años se parece enteramente al adolescente típico.
Como sus amigos en el equipo de baloncesto o sus compañeros de clase que viven alrededor de las alamedas nuevas y de las subdivisiones del condado de Anne Arundel, ella tiene presiones: los padres divorciados, una lesión que acaba de echarla al banquillo del equipo y una discusión que ha tenido con su padre sobre su informe de clase.
En los últimos meses, sin embargo, ha encontrado una distinción. Le aparta de su familia, de sus vecinos, incluso de sus amigos en la iglesia católica de Nuestra Señora de de los Campos, en donde ella estuvo tocando en una Misa preparada para los jóvenes un reciente domingo.
Sledgeski está considerando hacerse monja.
Cuando ella habla de qué puede atraer a una muchacha suburbana con una camisa brillante y un cuarto adornado con temas de safari a una vida de castidad y de pobreza, sus primeras palabras no son sobre dedicarse a las almas necesitadas o salvar almas de la condenación eterna. Su inspiración suena hermosamente pragmática: las monjas y los sacerdotes parecen realmente felices comparados con los adultos que recorren otras rutas de la vida.
"Dios trae felicidad. Y si eres sacerdote o monja, sabes que llevarás siempre felicidad. Y siempre tienes algún lugar para volver y encontrar un refugio,” dijo de su motivación.
Los responsables de la Iglesia Católica de Estados Unidos están encantados de oír comentarios como el suyo mientras dirigen una intensa campaña para invertir la caída en el número de los católicos que buscan su vocación religiosa. En el año pasado en Estados Unidos, 454 sacerdotes fueron ordenados, cuando eran 994 en 1965. En ese período, la población católica de Estados Unidos se incrementó de 45 millones a casi 65 millones, dejando 3251 parroquias sin sacerdotes. El número de monjas cayó desde 179.954 hasta 68.634.
Por el momento están importando sacerdotes y monjas de países como Vietnam y Nigeria que han incrementado sus seminaristas y tienen culturas religiosas más conservadoras. Pero la estrategia a más largo plazo requiere descifrar los temas que motivarán a los católicos americanos jóvenes. Y las tendencias de reclutamiento de las iglesias se centran cada vez más en lo que dijo Sledgeski: cómo ser feliz.
“Pescadores de hombres,” un vídeo de 20 minutos lanzado este mes por la Conferencia de los Obispos Católicos de Estados Unidos, presenta a los sacerdotes como atrayentes y heroicos, apareciendo en escenas de guerra y en marchas de derechos civiles que contrastan con la imagen de gente de mirada aburrida subiendo escaleras mecánicas para ir a trabajos sin sentido. El vídeo se exhibirá en las escuelas católicas, las iglesias y los retiros religiosos por todo el país.
Recientes campañas locales han desarrollado la misma idea, usando carteles, folletos y anuncios de periódico para mostrar que los sacerdotes son cualquier cosa menos solitarios y aislados. En una de ellas se aprovecha el lema “la vida es grande en blanco y negro” y una foto de un grupo de sacerdotes jóvenes alegres y sonrientes. Otras iglesias han tomado el título “Men in black" (hombres de negro) usándolo en carteles imitando la película de Hollywood o como el nombre de un equipo de sacerdotes que viaja a las parroquias para presentarse y hablar de su trabajo.
"Mucha gente joven piensa que nuestras vidas son terribles y aburridas... Necesitamos difundir una imagen diferente entre la gente joven y los padres,” dijo el Rev. Jason Jalbert, director asociado de vocaciones en la diócesis católica de Manchester, New Hamphsire, y creador de la campaña “la vida es grande".
Atraer a la gente a una vocación religiosa significa conocer a qué se enfrenta el americano medio y ofrecer un alternativa, dice el Rev. Brian G. Bashista, de 41 años, anteriormente arquitecto, que dirige la Oficina de Vocaciones de la diócesis de Arlington.
“Somos la generación más medicada. Todos buscamos paz y felicidad y amor en los lugares incorrectos. Y muchos seminaristas han experimentado ese mundo”, dijo.
Lejos de desalentarse por la escasez aguda de sacerdotes y de monjas, la gente joven que siente que puede “oír la llamada” de la vida religiosa la ve como inspiración adicional, y dicen que refleja la cultura del egocentrismo y del materialismo que esperan cambiar.
Bryan Kuzma, de 18 años, está escuchando la llamada actualmente, tanto si él está en clase de economía en el Instituto de la Comunidad Anne Arundel o atendiendo mesas en un restaurante de mariscos por la noche. Este graduado del Instituto Anne Arundel en South River dice que él siempre siente “una sensación de paz” en la iglesia, “como si nada pudiera sucederme, puesto que estoy en la gracia de Dios.”
Fue de esa manera, a través del Instituto de secundaria, como se sintió solo en medio de lo que él llamó el “drama superficial” de la vida adolescente y lo guardó para sí mismo mientras que los cursos pasaban. Él nunca habló de su fe.
La primera vez que oyó hablar de las vocaciones religiosas hace un par de años, pensó “de ninguna manera”. Pero la idea comenzó a echar raíces el año pasado en el Catholic Underground, un retiro popular en Nueva York que fue organizado por una comunidad de frailes de hábitos grises y que incluía lecturas de poesía y músicos que tocaban funk y reggae cristianos. “Eran tan felices”, dijo de los frailes.
Aunque su familia es de gran fe y sus amigos van comprendiendo, Kuzma dice que se preocupa a veces de lo que pensarían si él se hace sacerdote. También se pregunta si tiene la fortaleza de ánimo espiritual. Él se está documentando y no está seguro si el celibato es para él, aun cuando apoya esta norma porque permite que alguien “se entregue completamente” a la Iglesia.
Los encargados de vocaciones de la Iglesia utilizan la palabra “discernimiento” para describir el proceso a través del cual alguien intenta decir si Dios le está llamando para alejarse de la corriente principal, y dicen que es tan inexplicable como enamorarse. Pero también la comparan a un interruptor débil que enciende una luz o a la leña que es arrojada a un fuego cada vez mayor, indicando así que la decisión puede tomar años, o aun décadas, antes de que un candidato esté preparado para tomar la decisión.
Peter Stamm ha estado interesado en unirse al clero desde el tercer grado, cuando hizo de monaguillo en Nuestra Señora de la Victoria, una iglesia cerca de su subdivisión de Spring Valley al noroeste de Washington.
“No sé porqué deseaba hacerlo. Solo recuerdo que estaba profundamente atraído por el papel que el sacerdote tenía,” dijo Stamm, de 18 años, que está estudiando filosofía en la Universidad de Boston.
Para el noveno grado, la llamada era demasiado alta para no hacerle caso, ahogando hacia fuera los escándalos de abusos sexuales cada vez más intensos que incitaron a sus compañeros de clase en la escuela parroquial de San Anselmo a ser descorteses.
“La gente hizo oír muy bien sus voces diciendo que yo era un pedófilo y un homosexual, tanto en los pasillos como en las clases,” dice sin inflexión. “Afortunadamente, estaba muy bien situado en mi vida de oración. Acepté toda la persecución que recibí y rogué por la gente que la hacía.”
Cuando fue a casa durante durante las vacaciones de primavera este mes, Stamm habló excitadamente en la elegantemente diseñada sala de estar de su familia sobre su próximo fin de semana con un grupo de frailes en Emmitsburg, en el condado de Frederick, que no poseen nada y mendigan su alimento.
“Pienso cuando la gente ve la radical forma de vida que ellos llevan. Es muy liberador no estar apegado a lo innecesario,” dijo.
Stamm consideró ir directamente al seminario después de la escuela secundaria. Pero decidió que debía vivir durante algún tiempo en un ambiente más secular y más diverso para ver si estaba seguro que quería ser sacerdote y tener una experiencia más amplia de modo que podría “servir mejor a la gente” si daba ese paso más adelante. Dice que es probable que entrará en el seminario después de la universidad.
Su decisión a retrasar el ir al seminario no es infrecuente. Docenas de seminarios menores se han cerrado mientras que los responsables de la Iglesia han empezado a creer que la gente puede entregarse más seriamente cuando tienen más años. Según los estudiosos, el sacerdote americano por promedio se ha ordenado en sus últimos años 30, y la edad de las mujeres que se incorporan a las órdenes religiosas se está elevando también a los primeros años 30.
La oposición de los padres es el desafío más grande que la Iglesia afronta en el campo de las vocaciones, según dicen los responsables.
Bob Sledgeski es católico y fue el quién empujó a su hija a comenzar a asistir a los servicios más carismáticos en Nuestra Señora de los Campos. Ahora tienen discusiones de padre de adolescente sobre si sus estudios están sufriendo porque ella emplea demasiadas noches en la iglesia. Él aprecia el papel que los sacerdotes y las monjas desempeñan y está dispuesto a aceptar la voluntad de Dios pero se pregunta si su hija podría satisfacer su impulso de servir a Dios de alguna otra manera, por ejemplo con el Cuerpo de Paz.
Chelsea Sledgeski está intentando clarificar su vocación. Hasta hace quizá un año, pensaba que incluso la idea Dios era “extraña: cómo puede alguien dedicar su vida entera a algo que no puede ni siquiera probar.”
Pero entonces ella comenzó a ir a la iglesia, a las noches de pizza, a los servicios musicales y a las representaciones de cuaresma con la obra “El O.C.” Una noche en el salón bajo de la iglesia los sacerdotes y las monjas de la iglesia vinieron a hablar con los adolescentes.
“Y los recuerdo hablar de cómo hicieron estos sacrificios, y no podrían casarse y tomaron votos de pobreza,” dijo ella. “Los recuerdo muy felices de todo ello, y pensé que era algo extraño. ¿Cómo puedes ser muy feliz por no poseer nada? Pero ahora estoy comenzando a serlo yo.”
Fuente: The Washington Post, 29 de marzo de 2006
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