Recuerdo cuando hace diez años eligieron al Cardenal Jorge Bergoglio como nuevo Papa para suceder a Benedicto XVI. Las campanas de las iglesias repicaron en toda Argentina, y todos de un día para otro se hicieron amigos de los sacerdotes. A mí me saludaban sin conocerme por las calles de Buenos Aires, en los colectivos y en el tren urbano, solo porque era sacerdote. Las fachadas de las casas se poblaron de banderas argentinas y vaticanas, y las iglesia se llenaron.
Una alegría parecida ocurrió hace medio año, aunque por un asunto de distinta naturaleza: después de la final del Mundial en Qatar todos salieron a la calle cuando Argentina se proclamó campeona . Espontáneamente las calles de Buenos Aires se inundaron de gente que fueron al Obelisco en la avenida 9 de Julio, por varias semanas todos lucían su camiseta albiceleste en parques, subtes y hasta en los kioscos y lugares de trabajo (es sorprendente que de repente salieron varios millones de ellas a la vez) y la figura de Messi aparecía en todos los medios.
Ahora el Papa ha elegido como Prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe a Mons. Víctor Manuel Fernández, que hasta ahora es el Arzobispo de La Plata. Por cierto, es de destacar que es el primer argentino que designa para un puesto en el Vaticano de primer nivel. Hasta la fecha tampoco nombró a ningún Cardenal de su país con edad de entrar en el Cónclave, salvo al Cardenal Mario Poli, Arzobispo de Buenos Aires, que estos días se está despidiendo de los fieles.
El ambiente en las calles de Buenos Aires es muy distinto de los anteriores que acabo de recordar. Y me parece normal: el Papa es el Vicario de Cristo y a todos les hace ilusión compartir nacionalidad con él, y Argentina vive con pasión el fútbol, por lo que ser conciudadano de Messi a todos les gusta. Pero la figura del Prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe no conmueve a nadie. Y sin embargo, es un oficio eclesiástico de enorme importancia. Y no solo para los que trabajan en la Santa Sede, sino para todos los católicos.
¿Por qué es tan importante? El Papa Francisco da los elementos para responder en la carta que envió a Mons. Fernández con ocasión de su nombramiento. Él se va a dedicar a “una tarea que considero muy valiosa”, que es la de “custodiar la enseñanza que brota de la fe”, y así “aumentar la inteligencia y la transmisión de la fe al servicio de la evangelización”, de modo que las cuestiones que llegan al Dicasterio “se convierten en instrumentos de evangelización”. Ciertamente la transmisión de la doctrina que nos entregó el Señor (“el rico humus de la enseñanza perenne de la Iglesia”, unido al “Magisterio reciente”, en las palabras del Papa) toca a la misión de la Iglesia.
No nos debe extrañar por ello que el Papa recuerde que este dicasterio tiene ante todo un encargo de evangelización por encima de otras asignadas, como la “persecución de errores doctrinales”. Esta idea es coherente con la reciente reforma de la Curia Romana, que busca poner la evangelización en primer lugar en la misión de la Iglesia, incluyendo el organismo que va a presidir Mons. Fernández. Así lo declara la reciente Const. Ap. Praedicate Evangelium sobre la Curia Romana: «la función del Dicasterio para la Doctrina de la Fe es ayudar al Romano Pontífice y a los obispos a proclamar el Evangelio en todo el mundo, promoviendo y tutelando la integridad de la doctrina católica sobre la fe y la moral» (art. 69).
Por ello, nuestro deber, como católicos, es apoyar a Mons. Fernández mediante la oración. Nos jugamos un aspecto importante de la misión que el Señor encomendó a la Iglesia de ir al fin del mundo a proclamar el Evangelio a toda criatura.